Por Álvaro Enterría. www.indicabooks.com/
La India es, con toda probabilidad, la civilización más antigua aún
existente. Dos conocidos arqueólogos aseguraron recientemente que los orígenes de
la Civilización del Indo se remontan al menos al 7.380
a.C. La cultura y religión de la India (no había distinción entre estos
dos conceptos), en cualquier caso, se considera a sí misma como sanātana
dharma, la “ley perenne”, presente desde el origen del hombre. Sabido es
que, al contrario que en Europa —donde se creía que el mundo había sido creado
por Dios en el cuarto milenio a.C.—, las cifras ofrecidas por la India sobre
las edades del mundo y el universo son enormes. Según el conocido escritor H.
G. Wells en su Outline of History: “Entre los pueblos antiguos, solamente
los filósofos indios parecen haber sido conscientes de las enormes edades a
través de las cuales ha pasado la existencia”.
La civilización
india estuvo, al menos durante la mayor parte de su historia conocida, recluida
dentro del área comprendida “entre el Himalaya y el océano”, con pocas salidas
al exterior —con la excepción del sudeste asiático, la “gran India”—. Las
invasiones musulmanas y la colonización inglesa la enfrentaron brutalmente con
el mundo exterior.
Pero, una vez
“descubierto” ese mundo exterior, era inevitable que la India saliese de sus
fronteras. El yoga se expandió rápidamente por todo el mundo, y hoy cualquier
ciudad pequeña en Europa o América cuenta con al menos un centro de yoga, si
bien esta expansión tuvo que pagar el alto precio de una fuerte dilución y
distorsión de sus enseñanzas. Más tarde, varias escuelas hindúes hicieron su
aparición en Occidente, aportando una nueva visión de la que éste estaba
necesitado tras el casi total derrumbe de su propia tradición. Las sabidurías
orientales, si son capaces de conservar su pureza y no comercializarse,
constituyen a menudo una importante alternativa a la visión materialista
imperante en Occidente, la cual parece haber dado ya todo lo que podía ofrecer
y ha colocado a la humanidad frente a un callejón sin salida.
Juan Carlos
Ramchandani es un símbolo viviente de este maridaje. Ciudadano de Ceuta, en el
continente africano, es hijo de indio y española, y ha viajado muchísimo por la
India: está pues situado en una confluencia de culturas y visiones del mundo.
Su parte india le permite comprender en profundidad el camino védico (cuyos complejos
y profundos rituales está capacitado para realizar), y su parte española le
permite explicarnos este camino con palabras y conceptos sencillos. Explicar
esta visión, ofrecer a los demás lo que él ha comprendido y experimentado, es
la misión que Juan Carlos ha elegido en esta vida —o la que Dios ha elegido
para él, y a la que él se conforma—.
En los capítulos de
este libro podemos ver cómo el antiguo camino védico, el sanātana dharma
—precisamente porque es perenne—, no es una cosa de otro tiempo superada por
los acontecimientos y las nuevas circunstancias, sino que sus soluciones a los
problemas con los que se enfrenta la humanidad en este siglo XXI son plenamente
actuales. De hecho, la situación de caos y crisis en que se debate la humanidad
en estos tiempos ya había sido prevista por la tradición hindú: estamos en el kali
yuga, la “Edad de los Conflictos”, cuando los hombres han apartado su
atención de la Divinidad —que es el mismo fundamento de su ser, y sin la cual
no son nada— para dispersarla en miles de deseos, agitaciones, ambiciones y
desavenencias fugaces. Las soluciones que propone Juan Carlos, basadas sobre
todo en la Bhagavad-gita, no son fórmulas mágicas. Son soluciones simples
pero de probada eficacia, y se podrían resumir en “vivir una vida sencilla concentrada
en Dios”. En términos cristianos: “Buscad primero el Reino de Dios y su
justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura” (Mateo, 6.33). Este
libro es pues una llamada a —como se dice en la India— “high thinking and
simple living”: “vida sencilla y altos pensamientos”, a contracorriente de
la búsqueda actual de una vida sofisticada, de excitación constante de los
sentidos, de alto consumo pero baja satisfacción, y de pensamientos cada vez más
frívolos y menos elevados.
Juan Carlos
Ramchandani explica, capítulo tras capítulo, las soluciones que la India ha
encontrado a las grandes encrucijadas de la existencia. Y, muy a menudo, el
pensamiento de la India ofrece un tercer punto más allá de las dualidades
irreductibles en que se ha visto atrapada tan a menudo la filosofía occidental.
La gran flexibilidad del pensamiento de la India le ha permitido ofrecer también
varias soluciones a un problema, pues se otorga gran importancia al concepto de
“punto de vista”: lo que desde un lugar es cierto, desde otro se ve de otra
manera, dependiendo del espectador y sus circunstancias. Y sólo la unión de
todos los puntos de vista configura la verdad total.
El hinduismo es como
un árbol inmenso, con innumerables ramas y tallos. Está formado por muchas
visiones distintas pero convergentes. Muchos maestros ofrecen diferentes pero
similares enseñanzas, integrados en unos “linajes” espirituales ininterrumpidos
que —en la ausencia de una iglesia u organización— son la garantía de su
autenticidad. Estos linajes forman los sampradayas o “escuelas” del
hinduismo. Sin embargo, a pesar de esta inmensa variedad de caminos y creencias
religiosas, estos sampradayas prácticamente siempre han convivido en la
India —a diferencia de Europa y otros lugares— sin violencia ni enfrentamientos,
pues la tradición que se originó en el Veda siempre ha comprendido que “la
Verdad es Una, los sabios la nombran de muchas maneras” (Rigveda,
I.164.46). Y es esta inmensa tolerancia, esta comprensión de que la Divinidad
tiene innumerables facetas y su descripción es inagotable, la que ha convertido
a la India en tierra de asilo para muchas comunidades: en su suelo han vivido
sin problemas cristianos, judíos, musulmanes, parsis, y hoy en día también
tibetanos.
Juan Carlos
Ramchandani (iniciado con el nombre de Krishna Kripa Dasa) pertenece a la
tradición vaishnava gaudiya, que se remonta al gran santo Chaitanya
Mahaprabhu (1486-1534). Sus enseñanzas se basan en la bhakti, la
devoción, tal como la enseñó Krishna en la Bhagavad-gita. Jñana marga,
el camino de la sabiduría —otro de los caminos mostrados en la Gita—
está destinado solamente a una pequeña minoría con las cualificaciones
necesarias, pues es un camino difícil. La devoción a Dios, si es pura, comporta
pocos riesgos, y muchos santos hindúes han proclamado que la bhakti es
el camino más sencillo y propicio en este kali yuga, esta época de gran
confusión.
Sigamos pues los
consejos de este gran bhakta y tiñamos nuestra vida con el color de la
devoción. “Todo lo que hagas, todo lo que comas, todo lo que des a alguien,
todo lo que sufras, ofrécemelo a Mí” (Bhagavad-gita IX.27). ¡Que Él, que
es la base de nuestro ser, nos permita recordarle continuamente y actuar de
acuerdo a Su palabra!
Álvaro Enterría
Autor de “la India
por dentro. Una guía cultual para el viajero” y Director de la editorial Indica
Books.
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